Cambiar de chip
Comenzó la primera evaluación del Programa Económico presentado por el Gobierno a los multilaterales. Si las informaciones publicadas se confirman, no deberían existir novedades que cuestionen la continuidad del plan convenido. Posiblemente sea necesario calibrar algunas metas que lucen de muy baja probabilidad en su cumplimiento. La correspondiente a las reservas internacionales netas (concepto nuevo del léxico económico) parece caer en ese barril.
De cualquier manera, si bien el comienzo de este largo proceso ofrece algún grado de confianza, la compleja tarea expuesta en este convenio, obliga a mantener la línea de gestión económica sin vacilaciones ni concesiones que ablanden, por conveniencias de grupos o razones políticas, la rigurosidad de la recuperación de los equilibrios macro fiscal y externo, pues sin ellos ya se sabe no hay posibilidad alguna de ofrecer empleo formal ni mejorar el bienestar colectivo. Nadie lo ha hecho y si los han desafiado, ha traído más dolor y miseria.
Por eso, el cambio conceptual en el mantenimiento de estos equilibrios básicos debe ser compromiso de Estado, cuyo cumplimiento debe ser rigurosamente fijado con sanciones drásticas, precisamente para servir de cimiento permanente en la configuración de la más importante relación social y económica de cualquier sociedad, cual es la del trabajo y el capital, que por su parte debe basarse en el compromiso compartido de aunar esfuerzos y no de la vieja lucha de clases, que fue el telón de fondo, posiblemente justificado en aquella época, pero no ahora, con el cual se cobijó el Código del Trabajo.
Los millones de subocupados y desocupados, que son más de los que tienen empleo formal, son la lacra más evidente de la incapacidad de la política laboral de cumplir la declaración universal de uno de los derechos humanos, el derecho al trabajo digno. No hay donde esconder su fracaso y por eso la tarea de encontrar nuevas formas de relacionar estos dos socios del desarrollo, que son indispensables, pues ambos se nutren de la relación y no pueden vivir sin la existencia del otro, partan de un principio de trato equilibrado, severo y justo, de riesgos compartidos, bajo incentivos que lleven a mejorar la preparación y productividad del trabajador, en un ambiente de estabilidad y trato justo.
Hay que botar el chip de la conflictividad y reemplazarlo por el del entendimiento. De la desconfianza por el de la confianza. Crear empleo adecuado debe ser el gran objetivo y la respuesta no tiene el Código actual. Hay que remozarlo, ponerle a tono con el mundo moderno, de la tecnología y el conocimiento; de la competencia y la productividad. Sin esto, no hay horizonte para los jóvenes y mujeres que quieren y se preparan para trabajar. Hay riesgo de perderlos.
Colaboración
Diario El Comercio
17 de mayo del 2019