Desfiguración premeditada
Con algún grado de desconocimiento (muy elevado por cierto) sobre la realidad económica y la forma como se analizan los datos que arroja su trabajo; o, incluso con la perversidad característica de algunos comentaristas o actores políticos, se dice, con un desparpajo que impresiona por su aparente convicción, que los programas acordados con los organismos multilaterales son recesivos. Se les acusa de todo, como si fueran los culpables del momento por el que atraviesa la sociedad; y, además, los causantes del desplume general.
En estas reflexiones y comentarios, Alzheimer aparece a plenitud. La memoria no existe. El pasado es un invento de las transnacionales o del imperio. La maldad es el corazón con el cual actúan de manera concertada gobierno, acreedores oficiales y ciertos elementos de la sociedad. Siempre quieren hacer daño. Son los enemigos del pueblo.
Otros, que tampoco faltan, por su lado nada lo ven bien. Miran siempre al Estado como el diablo que todo lo contamina y destruye. Por más que se haga algo, aunque sea parcial o incompleto, pero que camina, bien o muy lento (aquí cabe la discusión), hacia una recuperación de los paradigmas perdidos, nada les convence ni atiende sus visiones de recomposición. No escasean los calificativos de “socios cómplices” para los mismísimos multilaterales, a los que les miran con suspicacia.
Así, en el medio de estas visiones radicales y enormemente subjetivas se disputa la política económica. En ese plano, el debate pierde objetividad. Se lo manipula desfigurando los hechos al desconocer las causas por las cuales la sociedad tiene restricciones para poder mantener con vigor sus actividades.
Unos creen que el derroche podía seguir y cualquier restricción es una imposición. Otros, piden la desaparición del Estado bajo una utopía teórica que nadie la ha puesto en práctica; cuando la racionalidad lleva a un camino intermedio de responsabilidad pública (ahora perdida y en trance de recuperarla) con una racional solidaridad privada, cuyas etapas de gestión parten precisamente de las derivadas por la privación de recursos a la que le llevó tanto malgaste de dinero y esfuerzos, que no son otras que las de una recesión calculada, mitigada e inevitable por esa carencia que viene como parte de la herencia a la que se le despojó de los activos necesarios para mantener en vigor a las actividades.
Claro que estos programas son recesivos. Tienen que serlo, eso es inevitable, pues son la derivada de todo lo mal hecho. Así que, pongamos las cosas en su punto y no perdamos la objetividad si en realidad se quiere contribuir a resolver los entuertos creados. Alguna vez dejemos en los armarios los viejos huesos conceptuales y demostremos afán de conciliación para abandonar esta larga etapa de desentendimientos, cuyo lleva y trae no nos deja avanzar.
Colaboración
Diario El Comercio
22 de marzo del 2019