Inquietudes nacionales
¿Es el gradualismo el camino correcto, no se quedará corto frente a la magnitud de la crisis?
¿Tenemos otra forma de hacerlo? ¿Hay alguien que plantee otro camino, sabiendo que el condicionamiento de la dolarización impone restricciones? Aún más, será recomendable optar por un camino más corto en el tiempo y más duro en la dimensión de los ajustes, reconociendo que además del problema de financiamiento, que tiene múltiples derivadas, existe el relativo de la competitividad. Y, para cerrar esta parte de la respuesta, se podrá sostener esa otra vía sin producir un fuerte deterioro en los indicadores sociales, especialmente de empleo y de equidad.
Trabajar bajo este esquema de decisiones continuas, mesuradas pero bien calculadas, que guarden coherencia y tengan metas muy definidas, requiere mucha voluntad política y un entendimiento de la problemática que no permita desviaciones, atrasos o contemplaciones. La perseverancia es un ingrediente inevitable, cuya vigencia debe estar todo el tiempo marcada por la consistencia de los distintos correctivos a fin de consolidar la presencia de un ambiente de seguridad y confianza que sea propicio para el cumplimiento de las metas buscadas.
En el caso actual, el problema del estrangulameiento financiero-fiscal, con sus serios problemas en el financiamiento de las transacciones internacionales, y sus posibles coletazos en toda la estructura económica, exige una prioridad indiscutible. Por fin parece que está muy claro la inviabilidad del modelo desequilibrado que se construyó y mantuvo durante los últimos 11 años. Los daños son elocuentes, más allá de la terrible deformación ética que los hace mal holientes. No pueden seguir así y hay que enmendarlos. Pero es tan grande la brecha, que tomará mucho tiempo, más allá de los restantes tres años, volver a poner a esta economía en condiciones razonablemente estables y con mejores potencialidades de crecimiento y desarrollo.
Pensar que hay cómo hacerlo en un lapso menor, creo que es ilusorio. Llevar el tamaño del Estado de ese desquiciante 40% del PIB, o algo menos en estos momentos, a un rango oscilante entre el 25% y el 30%, que podría ser el máximo tolerable para asegurar una vida de gestión privada dinámica, creadora de empleo y bienestar, significa, en los términos actuales, realizar un corte de gastos superior al 10% del PIB que no es viable ni recomendable en un período corto de tiempo. Pero, eso no quiere decir que se debe abandonar la tarea. Hay que hacerlo con decisión irrevocable, de una manera paulatina y sostenida, combinando los recortes en una variedad de gastos con alicientes a la inversión para que con el efecto de crecimiento mejoren los ingresos fiscales, la economía tenga una dimensión mayor y, consecuentemente, el ajuste sea producto de ese acople.
Debe estar claro, para que no haya malos entendidos, que la gradualidad no evita la existencia de una etapa recesiva, de contracción, reacomodo, aunque lo hace minimizando el impacto y, precisamente esa es su gran ventaja. No causa daños colaterales mayores que le haga más complejo a ya dificil manejo político, que al no ser considerados de una manera objetiva, pueden poner en peligro la misma estabilidad gubernamental.
Ahora bien, si flaquea la política y busca nuevos devaneos con el populismo, las metas no se las alcanzará, tanto en el plano económico como en el social. El país seguirá siendo un ejemplo de inconsistencias que inyectan frustración, a la par que destruye futuro de muchos miembros de la sociedad. La pobreza seguirá siendo la compañera de viaje de una gran parte de los ecuatorianos.
¿Cómo afrontar el déficit fiscal y los pagos de la nómina de los empleados públicos cada fin de mes?
Aquí cabe de manera precisa la programación fiscal dentro del esquema de ajuste estructurado. Todo el campo de la presupuestación, incluyendo la correspondientes a las entidades descentralizadas, empresas públicas, entidades autónomas, debe estar marcada por un riguroso sistema de priorización de gastos que vaya desmontando los excesos, eliminando los derroches, asegurando los ingresos legítimos y la contribución justa de los actores económicos.
Con esa visión, la angustia de caja, que es evidente en estos momentos, deberá encontrar un alivio y solución cuando se haya recuperado el equilibrio perdido, para ahí recién comenzar el desmonte de esa enorme deuda contraída.
¿Qué puede significar la dilatoria de la presentación de un Plan económico luego de un año sin norte?
Hay dos formas de verlo: se perdió un año (objetivamente cierto), que es la visión histórica; o, es la consecuencia de un período en el cual no existió el suficiente poder político para afrontarlo. De cualquier manera, se malogró una etapa que agrandó la dimensión del problema.
¿Se puede disminuir de modo drástico el gasto público?
No y la explicación la di en una de las preguntas anteriores.
¿Cómo afrontar el tema de la deuda y buscar renegociar los plazos y los intereses?
En términos muy sencillos, aunque eso no quiere decir que la solución camina por ese andarivel, la deuda tiene que ser parte de un programa que abarque la solución integral de los desequilibrios macroeconómicos. Bajo ese paraguas, es posible encontrar socios internacionales que nos ofrezcan recursos, indispensables para recorrer el período de transición y arribar a la etapa de recuperación de la sostenibilidad a mediano plazo. De forma simultánea se deberá renegociar las condiciones convenidas con los actuales acreedores.
Por un buen tiempo el país va a necesitar contratar más deuda y debe hacerlo cuidando su buen uso. Por lo tanto, la relación con los acreedores debe ser tratada con mucha delicadeza.
Colaboración Editorial
DIARIO EL COMERCIO
08 de junio 2018