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Bomba de tiempo

Que bonito sería resolver los problemas expidiendo leyes. Por esa vía los ecuatorianos hace mucho tiempo que seríamos ricos y a lo mejor estaríamos viviendo de las rentas. Alguien decía que se han expedido más de 100.000 leyes desde 1830 y que están vigentes, en esta sociedad poco respetuosa del régimen jurídico algo más de 45.000. Aquí se ve que antes de la inflación económica se creó la “inflación legal”, que hasta ahora no tiene componte y, por lo que vemos va camino al cielo.


Si midiéramos la productividad por la cantidad de derechos que creamos en la constitución y la capacidad multiplicativa de instituciones que diseñamos para atender las diferentes ansiedades nacionales, hace mucho pero mucho tiempo que habríamos arribado al paraíso terrenal. Y no sólo eso, sino que todos habríamos cumplido nuestras metas y estaríamos corriendo el riesgo de vivir en un sistema monótono, cansino y carente de incentivos porque todos los problemas ya nos resolvieron el diluvio de derechos e iniciativas expuestas en la parte dogmática de la colección de constituciones que hemos tenido.


Si la eficiencia se alcanzaría por la extensión de las leyes y de los artículos, el Ecuador podría ser el campeón mundial en este campo. Aún más, si la calculáramos por el uso de los adjetivos, no hay quien nos dispute la punta y podríamos conquistar el mundo con nuestros productos.


Pero por ahí no va la solución de los problemas. Por ahí no está el sendero que conduce al éxito colectivo ni el que resuelve nuestros dolores. Todas esas declaraciones terminan en letra muerta que deprime a la sociedad, la enfurece por su engaño y busca venganza contra los que les ilusionaron.


Y eso sólo se supera cuando la política seria toma el mando de un país y derrota a la palabrería barata. Cuando la sociedad finalmente asume su papel ciudadano y exige cuentas. Cuando las decisiones no se toman porque se cree que con eso se apoya a otro sector político sino porque se defienden principios. Cuando los países que han tomado conciencia de esta verdad y respetan las reglas que se auto imponen, en las cuales la celosa defensa del derecho y la libertad individual juegan un papel vital, consiguen crear un sistema en el cual juegan un rol protagónico y equilibrado los tres grandes e insustituibles actores de la construcción del futuro: Estado, Trabajador y Empresario.


Todo experimento para crear una sociedad que privilegie al Estado está condenado al fracaso. Hay un viejo axioma económico que se aplica a la política con absoluta pertinencia: No hay negocio que dure si sólo una de las partes gana. Y en el caso de la propuesta de constitución, el desbalance creado por el desbordante papel del Estado en la economía y la enorme concentración de poder en la presidencia son los elementos endógenos que auto destrozarán al proyecto político en discusión.


DESTACADO


El desbordante papel del Estado y la enorme concentración de poder destrozarán al proyecto político.



Colaboración

Editorial Diario EL COMERCIO

Agosto 20 del 2008

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